Humberto J. González Silva
Esta mañana pude
confirmar la aceptación por parte del CNE de mi postulación a la
Asamblea Nacional Constituyente por el sector de las trabajadoras y
trabajadores del área social, que comprende educación, cultura,
comunicación social y salud.
Esta noticia me brinda la
oportunidad, por una parte, de agradecer la confianza y el aliento de
quienes me hicieron posible recabar los requisitos y apoyos
necesarios y, por otra parte, de presentar cinco elementos que según
creo resultan indispensables en esta campaña constituyente, que por
lo demás es corta (poco más de treinta días que faltan hasta el
30 de julio).
Un primer elemento
es poner el acento en que el llamado a la Constituyente, al poder
originario, es una iniciativa legítima del Presidente Maduro
(enmarcada en los artículos 347, 348 y 349 de la CRBV), dirigida a
construir un camino para garantizar LA PAZ.
Reconozco que compartí
con aquellos que dudaron de esta convocatoria, pues las
características originarias de la Asamblea Nacional Constituyente
podían poner en riesgo (ante una eventual y posible mayoría
contrarrevolucionaria) el modelo humanista y profundamente
democrático, igualitario y soberano trazado en la Constitución de
1999, un marco ampliamente legitimado que hasta el momento ha probado
su eficacia para propiciar la justicia social y la participación
popular protagónica en la construcción de la Revolución
Bolivariana. No en balde algunos sectores de las fuerzas
contrarrevolucionarias habían planteado una Asamblea Nacional
Constituyente precisamente como atajo para “salir de Maduro” y
acabar con el modelo político, montados en su momento triunfal de
diciembre de 2015... Pero, como han demostrado claramente los hechos,
la Constituyente no podía de ninguna manera ser una opción para los
planes de la derecha, su “unidad” solo ha sido posible
arrastrándose unos a otros en las acciones para contraponerse al
chavismo, a la Revolución Bolivariana. El factor clave de su
convocatoria ha sido el no exponer nunca un proyecto alternativo,
mantener ocultos sus propósitos, insurgir solamente denunciando las
carencias y debilidades del Gobierno Revolucionario. Esta estrategia
les permite a un mismo tiempo auspiciar la guerra económica y
quejarse de sus efectos, producir caos y quejarse de la inseguridad,
destruir transportes de alimentos y bloquear vías de abastecimiento
mientras protestan por la escasez, sabotear tendidos eléctricos y
quejarse por la suspensión del servicio. Todo con tal de “salir
del régimen”. Una Constituyente obligaría a discutir proyectos y
rumbos para Venezuela, hacerlos públicos, desnudar lo oculto.
La paz hoy solo es
posible mediante una reorganización del Estado. La colonización de
la Asamblea Nacional, convirtiendo la mayoría lograda por votos en
una palanca para sabotear todo el funcionamiento del Estado y atentar
contra la Nación, declarando la guerra sin la menor intención de
coexistencia a todos los demás poderes, cerrando todas las puertas a
cualquier posibilidad de diálogo y la posterior colonización de la
Fiscalía General de la República, en medio de una insurrección,
absurda y mediática, pero profundamente dolorosa por sus saldos
crecientes de muerte y destrucción, apuntando siempre a la
justificación de una intervención extranjera, requieren salidas
radicales y profundamente democráticas. La Asamblea Nacional
Constituyente, el llamado al poder originario es la herramienta
jurídica y política para suspender este juego perverso y e4ncara
los cambios que sean necesarios, eso sí, con la participación
protagónica del pueblo. La paz también supone que sigamos
insistiendo en el diálogo con todos y todas, incluso con los que se
han puesto de espaldas al país. Pero la paz exige justicia, no puede
forjarse una paz verdadera si no se establecen y asumen
responsabilidades.
Un segundo elemento
indispensable es desentrañar las características de la
confrontación que vivimos. Nuestro enemigo no es la población
identificada con la oposición, ni mucho menos los decepcionados,
críticos o desesperados por la guerra económica. Los enemigos
principales no son siquiera los grupos de choque (fasci
di combattimento, de
esa expresión italiana viene el nombre del fascismo)
que
protagonizan la destrucción, la violencia y los juegos mortales a
los que convoca la derecha.
Una
pista de como se plantea la confrontación nos la ofrece el propio
Julio Borges en una entrevista ayer donde reseña sus viajes por el
mundo y sus esfuerzos en la Asamblea de la OEA para lograr una
condena contra Venezuela. Se le olvidó decir que eran esfuerzos
acompañados por el Secretario General de la OEA y los representantes
de EEUU. No se dice porque a todos parecería un tanto extraño que
Borges y la mayor potencia militar del mundo puedan operar “juntos”.
Porque aquí no pueden estar uno al lado del otro, sino más bien uno
detrás del otro.
No es el Departamento de Estado de los EEUU quien “acompaña” o
“apoya” a Borges, No están acostumbrados a eso. Es una oposición
al servicio del Departamento de Estado.
Y
el Secretario de Estado (de Relaciones Exteriores) del gobierno de
Donald Trump es Rex Tillerson, quien desde 2006 hasta su
nombramiento fue presidente y director ejecutivo (chairman y CEO) de
ExxonMobil, la mayor empresa petrolera estadounidense, ubicada entre
las diez mayores empresas de todo el mundo, con ingresos según la
Revista Forbes de 197 mil millones de dólares en 2016. Un secretario
de Estado que ha declarado ser dueño de 218 millones
de dólares en acciones de Exxon. Ni el más ingenuo de los lectores
podría creer que las motivaciones de Tillerson al ingresar al
gobierno de Trump fueran altruistas.
El interés que mueve
los hilos que asedian a Venezuela es expropiarnos de las reservas
petroleras, de nuestras reservas petroleras. Así de simple. Como
ha señalado Fernando Travieso, esto es particularmente importante
tenerlo claro. Conociendo el interés central que mueve el ataque
contra Venezuela es que podemos concebir las formas de defendernos.
Este interés central es
concurrente con otros: acabar con la esperanza de los pueblos
encarnada en la Revolución Bolivariana (“acabar con el mal
ejemplo”), ponerle las manos a otros recursos (oro, diamantes,
coltan, etc.), restituir los privilegios de la oligarquía
venezolana, etc. Pero no puede apartarse la mirada de ese punto
central que explica la insistencia en condenar a Venezuela en la OEA,
intentar bloquearnos y aislarnos internacionalmente, generar y
sobredimensionar mediáticamente la crisis, declaranos como “amenaza
inusual y extraordinaria”
.
El tercer elemento
que deseamos subrayar en esta campaña es la necesidad de construir
en cada momento la democracia participativa y protagónica. El
comandante Chávez insistía en que los avances en este terreno no
nos llamaran a engaño, que todavía hay mucho camino que recorrer
para construir una participación protagónica plena y auténtica.
Tenemos que desterrar (o ir desterrando a diario) la tendencia al
eterno retorno de la sustitución del protagonismo popular por el
poder de los representantes y de la burocracia. En este proceso
constituyente es el pueblo, todo el pueblo, el que tiene que tener a
palabra. Las constituyentes y los constituyentes electos tiene que
ser voceras y voceros del pueblo y no pretender sustituirlo. No
solamente exponemos en esta campaña nuestras propias ideas, sino que
tenemos que escuchar y debatir, aprender a construir colectivamente
nuestro rumbo como pueblo.
El cuarto elemento
a resaltar lo hemos vivido ya en las calles y en los encuentros en
que nos hemos encontrado distintos postulados y postuladas. Y es que
se trata de una campaña entre hermanas y hermanos (aunque, por
supuesto que puede haber algún coleado, la puerta ha estado abierta
para todas y todos). Este proceso, con sus más de 50.000
prepostulados y prepostuladas, con sus más de seis mil postulados y
postuladas que recogieron sus firmas y entregaron sus recaudos, tiene
la fuerza de la esperanza, la solidaridad y la participación.
Revisando la lista de
postulaciones aceptadas por el CNE encontramos en el mismo sector de
los trabajadores y trabajadoras del área social, encontramos 71
postulados y postuladas individuales y cinco listas, un total de 115
candidatos y, entre ellos a gente que conocemos. Por ejemplo, el
profesor Juan Carlos Villegas de la Universidad de Los Andes o la muy
querida maestra Yoama Belinda Paredes, quien desde todos los
terrenos ha motorizado la transformación educativa, el impulso a la
construcción colectiva y el protagonismo de los que han sido
históricamente relegados. Encontramos en una lista juntos al
camarada Oswaldo Vera, a Sandino Primera y Rodbexa Poleo, artistas
revolucionarios de los que todos nos sentimos orgullosos, a Carlos
López, Orlando Pérez y otros dirigentes sindicales de larga
trayectoria en la educación básica y en la educación
universitaria. Y que me disculpen los que no nombro ahora por la
rapidez con la que tengo que escribir. No competimos con ellos y
ellas, compartimos con ellas y ellos este formidable ejercicio de
democracia verdadera. No es por falta de opciones que alguien pueda
dejar de asistir a esta gran cita democrática del 30 de julio.
Busquemos todos y todas las listas, allí conseguiremos a los
constituyentes sectoriales y territoriales que consideremos más
cercanos y elijamos.
Será un proceso
constituyente más auténtico en la medida que sea un dialogo y una
construcción colectiva entre hermanas y hermanos. Tiene que ser un
proceso para buscar e incorporar a todas y todos, para construir y
fortalecer la unidad del pueblo.
El último elemento
que quiero resaltar hoy es que queremos que este sea un proceso de
toma de conciencia. Tomar conciencia es darse cuenta, leer y mirar en
profundidad para ir más allá de las apariencias. Tiene que ser un
proceso para desarrollar nuestra capacidad crítica, para remover los
velos que oscurecen la comprensión de la realidad. Un pueblo cada
vez más consciente es un pueblo cada vez más capaz de ejercer la
auténtica soberanía.
Caracas, 22 de junio de
2017