La convulsionada vida que le ha tocado transitar al pueblo venezolano durante los últimos ocho años ha estado definida por retos y desafíos: bloqueos económicos, sanciones coercitivas que provocaron un debilitamiento del Estado afectando su PIB, su imposibilidad de producir y exportar petróleo, lo que ocasionó la caída de sueldos y salarios, el deterioro del presupuesto nacional, fallas en los servicios públicos, pero además, se sumó la pandemia del COVID en el 2020 lo que profundizó nuestra situación socioeconómica, con el aislamiento al cual fuimos sometidos por obvias razones sanitarias.
Todo este proceso, como era de esperarse, también afectó al sector
educativo: los horarios escalonados, la educación a distancia, la falta
de presupuesto ha provocado que nuestros niños y niñas hayan
quedado bajo la influencia de otros procesos formativos más allá de
la escuela: las redes sociales, el internet, la inteligencia artificial (IA),
los nuevos géneros musicales arrebataron el concepto de la escuela
como centro educativo.
La ligera mejora de las condiciones materiales ha permitido
repensar el papel protagónico de la escuela como centro del quehacer
educativo, de allí que a partir de este año escolar 2023-24, bajo la
influencia del acompañamiento de un organismo internacional,
se ha decidido redefinir los énfasis en las áreas de formación de
nuestro currículo.
Con esta edición de nuestra revista Arawaney, la número 57
dedicado a la oralidad, escritura, lectura y cultura, queremos abrir
el debate con una mirada crítica y realizar además aportes en el
énfasis curricular como una oportunidad para trascender visiones
dominantes para apreciar la importancia de leer como proceso
imprescindible en la construcción de una o un ciudadano crítico,
creativo, despierto, para que la posibilidad de crear un mundo mejor
sea la esperanza que nos permita seguir avanzando.
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