Opinión de la asesora pedagógica de la AMP LA RIOJA
Por: Diana López Cardona
Las condiciones de exclusión y discriminación de las mujeres en el
proceso de industrialización en los albores del sistema capitalista, que
llevaron a las mujeres del siglo XX hacia una lucha sostenida por el
reconocimiento de su papel productivo en la sociedad –derivado de la
terrible inequidad por la cual muchas trabajadoras murieron en su
intento por encontrar justicia social, económica y política-, cobra
mayor legitimidad en el siglo XXI, como una absurda paradoja, después de
tantos esfuerzos por lograr lo exigido.
Las mujeres hemos sido
negadas como sujetos políticos, desconocidas como protagonistas en la
lucha por la liberación de nuestros pueblos, invisibilizadas en la
construcción cultural de nuestras naciones, mientras cargamos con la
pobreza, la exclusión y la desigualdad que caracteriza al sistema
capitalista. El modelo neoliberal, como fase actual del sistema
capitalista, ha prolongado y agudizado este desequilibrio, logrando
ampliar cada vez más la brecha en el salario entre mujeres y hombres,
desconociendo la mayor carga de tiempo laboral femenino, mientras
fomenta la cosificación en el mercado de los cuerpos desde los medios de
comunicación. El gran público observa sin asombro la forma como los
realities presentan a las concursantes al desnudo, sometiéndose al
escarnio público a cambio de dinero y publicidad, mientras las
corporaciones mediáticas se llenan los bolsillos.
Como una gran
contradicción, aparece la concepción neoconservadora que se levanta
contra las banderas de lucha de los movimientos feministas, alegando la
protección de los valores familiares y culturales, agudizando la
perspectiva machista que se opone al reconocimiento de las mujeres y sus
libertades plenas en relación con los derechos civiles, pero que no se
escandaliza por la cosificación y el abuso al que son expuestas las
mujeres en la vida cotidiana.
Sin duda estamos atravesando una
época de muchas y muy variadas perspectivas en relación con el tema de
género, pues a pesar de la persecución a las reivindicaciones
feministas, el movimiento crece y avanza permeando todos los espacios
sociales y culturales, lo que permite que se convierta en un ejercicio
de reflexión más allá de las condiciones de clase. Es notorio a través
de la sensibilización que se genera cuando se exige justicia en el tema
de la violencia de género; pero a pesar de estos avances en la
incorporación de los temas propios de la lucha feminista, hace falta
esclarecer las tendencias y orientaciones políticas que buscan formas
muy distintas y en ocasiones contrarias a la reivindicación de los
derechos de las mujeres, en especial, en el horizonte de sentido de esa
lucha en relación con los anhelos de libertad individual o de
emancipación colectiva.
Hoy aparecen tendencias feministas que
deben ser reconocidas y diferenciadas para no caer en el engaño de
considerar que todas exigen y luchan por lo mismo. Es emocionante ver
como muchas mujeres, desconocidas y famosas, se suman a los reclamos por
la igualdad de género; sin embargo, la mediatización del discurso
feminista no siempre avizora el avance de las exigencias, más bien lo
utiliza para mercantilizar desde lo “políticamente correcto”, tal y como
hizo la empresa Dior al diseñar una camiseta para famosas y ricas que
decía “We should all be feminist” (“Todos deberíamos ser feministas”),
lo que hace crecer las ventas de la firma, mientras siguen explotando a
costureras y modelos de sus famosas prendas. Es importante que el tema
del reconocimiento de las mujeres se instale socialmente, pero no es
suficiente, es importante develar los grandes problemas que aquejan a
las mujeres en el mundo y estos no sólo derivan de la falta de
reconocimiento.
La lucha feminista de las trabajadoras, requiere
ubicar seriamente el tema de la desigualdad en la redistribución
económica, denunciando la falta de reconocimiento social y de
participación en el ejercicio democrático en todos los ámbitos. Por
ello, no es posible pensar la emancipación de las mujeres, sin la
eliminación del patriarcado como expresión cultural del sistema
capitalista. En otras palabras, el patriarcado es la fuerza que sostiene
el sistema, su equilibrio está en mantener la desigualdad social y esto
lo logra con mayor facilidad si mantiene la desigualdad económica, a
través de la pobreza de las grandes mayorías y la riqueza concentrada en
pocas manos, especialmente (no únicamente) en la fuerza de trabajo de
mujeres de las cuales dependen familias enteras; desigualdad que se
sostiene a través de la explotación y la exclusión de las mayorías para
que las minorías vivan en la opulencia que permite el despojo.
El
patriarcado se expresa en el machismo, su alter ego en las relaciones
sociales. Su forma más visible es la violencia que ejerce contra el
género de manera directa a través de la violencia física, donde muchos
de estos casos terminan con feminicidio; Además el machismo se expresa
en las actitudes y comportamientos de la sociedad en su conjunto, no
solo de los hombres. El machismo no es una condición exclusiva y
antojadiza de los hombres, también se instala de manera fuerte en la
crianza de los/as hijas y se reproduce en la vida cotidiana de diversas
formas. El machismo no se puede reducir a las miradas, los gestos y las
formas de trato que tienen los hombres hacia las mujeres, también se
manifiesta en las formas de relacionamiento entre las mujeres y
cualquier persona que de manera inconsciente ha adquirido valores de
esta sociedad, en especial cuando la discriminación además es clasista y
racista.
De tal manera que la lucha feminista, también está
ligada a nuestra condición social, cultural, económica y política, no
sólo desde nuestra concepción particular sobre lo que deben ser hombres,
mujeres o personas con diversidad sexual; es decir, la lucha feminista,
es también una lucha por la emancipación humana. El desafío está en
cómo logramos recuperar el lugar de la lucha política y organizativa
desde el posicionamiento como mujeres, trabajadoras, explotadas y con
derecho a la participación real en los ámbitos de decisión.
Se
hace preciso estudiar, comprender nuestro lugar en el mundo,
reconocernos como género, organizarnos en la lucha como trabajadoras,
conscientes de nuestro papel en la sociedad, ubicando las banderas que
estamos dispuestas a tomar y no olvidando que una lucha es vana sin
nosotras, pero es incompleta sin los compañeros. No podemos reducir el
problema a una lucha contra los hombres, eso es dejarse engañar,
distraer la mirada para no ver al enemigo real. Es junto a los hombres
que nos debemos formar, organizar y luchar, no contra ellos, eso es sólo
sexismo, el feminismo necesita de más elementos para avanzar en las
grandes transformaciones que requiere el mundo y debe estar articulado a
estrategias de emancipación que incluyan la lucha de todas y todos.
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