miércoles, 8 de marzo de 2017

EL DESAFÍO DE LAS MUJERES



Opinión de la asesora pedagógica de la AMP LA RIOJA


Por: Diana López Cardona


Las condiciones de exclusión y discriminación de las mujeres en el proceso de industrialización en los albores del sistema capitalista, que llevaron a las mujeres del siglo XX hacia una lucha sostenida por el reconocimiento de su papel productivo en la sociedad –derivado de la terrible inequidad por la cual muchas trabajadoras murieron en su intento por encontrar justicia social, económica y política-, cobra mayor legitimidad en el siglo XXI, como una absurda paradoja, después de tantos esfuerzos por lograr lo exigido.

Las mujeres hemos sido negadas como sujetos políticos, desconocidas como protagonistas en la lucha por la liberación de nuestros pueblos, invisibilizadas en la construcción cultural de nuestras naciones, mientras cargamos con la pobreza, la exclusión y la desigualdad que caracteriza al sistema capitalista. El modelo neoliberal, como fase actual del sistema capitalista, ha prolongado y agudizado este desequilibrio, logrando ampliar cada vez más la brecha en el salario entre mujeres y hombres, desconociendo la mayor carga de tiempo laboral femenino, mientras fomenta la cosificación en el mercado de los cuerpos desde los medios de comunicación. El gran público observa sin asombro la forma como los realities presentan a las concursantes al desnudo, sometiéndose al escarnio público a cambio de dinero y publicidad, mientras las corporaciones mediáticas se llenan los bolsillos.

Como una gran contradicción, aparece la concepción neoconservadora que se levanta contra las banderas de lucha de los movimientos feministas, alegando la protección de los valores familiares y culturales, agudizando la perspectiva machista que se opone al reconocimiento de las mujeres y sus libertades plenas en relación con los derechos civiles, pero que no se escandaliza por la cosificación y el abuso al que son expuestas las mujeres en la vida cotidiana.

Sin duda estamos atravesando una época de muchas y muy variadas perspectivas en relación con el tema de género, pues a pesar de la persecución a las reivindicaciones feministas, el movimiento crece y avanza permeando todos los espacios sociales y culturales, lo que permite que se convierta en un ejercicio de reflexión más allá de las condiciones de clase. Es notorio a través de la sensibilización que se genera cuando se exige justicia en el tema de la violencia de género; pero a pesar de estos avances en la incorporación de los temas propios de la lucha feminista, hace falta esclarecer las tendencias y orientaciones políticas que buscan formas muy distintas y en ocasiones contrarias a la reivindicación de los derechos de las mujeres, en especial, en el horizonte de sentido de esa lucha en relación con los anhelos de libertad individual o de emancipación colectiva.

Hoy aparecen tendencias feministas que deben ser reconocidas y diferenciadas para no caer en el engaño de considerar que todas exigen y luchan por lo mismo. Es emocionante ver como muchas mujeres, desconocidas y famosas, se suman a los reclamos por la igualdad de género; sin embargo, la mediatización del discurso feminista no siempre avizora el avance de las exigencias, más bien lo utiliza para mercantilizar desde lo “políticamente correcto”, tal y como hizo la empresa Dior al diseñar una camiseta para famosas y ricas que decía “We should all be feminist” (“Todos deberíamos ser feministas”), lo que hace crecer las ventas de la firma, mientras siguen explotando a costureras y modelos de sus famosas prendas. Es importante que el tema del reconocimiento de las mujeres se instale socialmente, pero no es suficiente, es importante develar los grandes problemas que aquejan a las mujeres en el mundo y estos no sólo derivan de la falta de reconocimiento.

La lucha feminista de las trabajadoras, requiere ubicar seriamente el tema de la desigualdad en la redistribución económica, denunciando la falta de reconocimiento social y de participación en el ejercicio democrático en todos los ámbitos. Por ello, no es posible pensar la emancipación de las mujeres, sin la eliminación del patriarcado como expresión cultural del sistema capitalista. En otras palabras, el patriarcado es la fuerza que sostiene el sistema, su equilibrio está en mantener la desigualdad social y esto lo logra con mayor facilidad si mantiene la desigualdad económica, a través de la pobreza de las grandes mayorías y la riqueza concentrada en pocas manos, especialmente (no únicamente) en la fuerza de trabajo de mujeres de las cuales dependen familias enteras; desigualdad que se sostiene a través de la explotación y la exclusión de las mayorías para que las minorías vivan en la opulencia que permite el despojo.

El patriarcado se expresa en el machismo, su alter ego en las relaciones sociales. Su forma más visible es la violencia que ejerce contra el género de manera directa a través de la violencia física, donde muchos de estos casos terminan con feminicidio; Además el machismo se expresa en las actitudes y comportamientos de la sociedad en su conjunto, no solo de los hombres. El machismo no es una condición exclusiva y antojadiza de los hombres, también se instala de manera fuerte en la crianza de los/as hijas y se reproduce en la vida cotidiana de diversas formas. El machismo no se puede reducir a las miradas, los gestos y las formas de trato que tienen los hombres hacia las mujeres, también se manifiesta en las formas de relacionamiento entre las mujeres y cualquier persona que de manera inconsciente ha adquirido valores de esta sociedad, en especial cuando la discriminación además es clasista y racista.

De tal manera que la lucha feminista, también está ligada a nuestra condición social, cultural, económica y política, no sólo desde nuestra concepción particular sobre lo que deben ser hombres, mujeres o personas con diversidad sexual; es decir, la lucha feminista, es también una lucha por la emancipación humana. El desafío está en cómo logramos recuperar el lugar de la lucha política y organizativa desde el posicionamiento como mujeres, trabajadoras, explotadas y con derecho a la participación real en los ámbitos de decisión.

Se hace preciso estudiar, comprender nuestro lugar en el mundo, reconocernos como género, organizarnos en la lucha como trabajadoras, conscientes de nuestro papel en la sociedad, ubicando las banderas que estamos dispuestas a tomar y no olvidando que una lucha es vana sin nosotras, pero es incompleta sin los compañeros. No podemos reducir el problema a una lucha contra los hombres, eso es dejarse engañar, distraer la mirada para no ver al enemigo real. Es junto a los hombres que nos debemos formar, organizar y luchar, no contra ellos, eso es sólo sexismo, el feminismo necesita de más elementos para avanzar en las grandes transformaciones que requiere el mundo y debe estar articulado a estrategias de emancipación que incluyan la lucha de todas y todos.

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