Hablar de transformación es hablar de diablos y
subversiones, es trastocar el orden establecido, la costumbre, lo “correcto”,
lo que siempre ha sido y se ha hecho; por eso no es fácil aceptar lo innovador por
la mayoría de las personas que, aunque critiquen lo existente lo prefieren, porque
eso que existe es parte de lo que son, de lo que conocen, de lo que saben
hacer. Lo novedoso crea una crisis de vida naciente opuesta a lo existente y
caduco; por eso se compara la quietud de lo que yace a la tempestad de lo que
subvierte y se opta por lo primero. La costumbre le teme a lo incierto, prefiere
la certidumbre de lo conocido, no el atrevimiento que conlleva riesgos. Nos han
enseñado a ser así, esa ha sido la función social de la academia, de los medios
de difusión y fundamentalmente de las religiones, las que siempre se han
opuesto a los cambios, podemos confirmarlo revisando la historia. Pero, si la
historia estuviese determinada por esta lógica, aún viviríamos en el tiempo de
las cavernas.
Los cambios nunca han gozado del beneplácito del común de
las personas, pero han sido la constante de la historia humana, el hoy no es
más que el decantado de esos cambios, buenos y malos, y mañana será lo que
cambiemos hoy. Quienes afirman que todo tiempo pasado fue mejor, que lo que
hicimos ayer es lo que debemos continuar haciendo, son el peso que ralentiza la
transformación, pero que no puede detenerla, ella es lo natural, lo necesario
para superar el presente.
La propuesta de Transformación Curricular, tropieza con las
lógicas instauradas porque las enfrenta, pero no podría ser de otro modo, esas
lógicas conformadas por una filosofía y un método devenidos en costumbre, es en
muy buena parte, madre de los entuertos sociales que hoy padecemos ¿Cómo
enderezamos esos entuertos sin cambiar las lógicas que lo crean?.
Se oyen muchas críticas a esta propuesta, la mayoría
sustentada desde las lógicas existentes: Fragmentación de la enseñanza y del
saber, desconociendo la integración natural y lógica de las materias; la
comodidad implícita en “hacer lo que sé porque así siempre lo he hecho y fue
como me enseñaron”, lo que niega la existencia del docente investigador, una de
las premisas que se asume al realizar la propuesta; pero lo que se lleva el
máximo galardón de la crítica a la transformación curricular es el “pásalo
aunque no sepa”, pásalo aunque no haya cursado la materia”, “pásalo como sea”;
expresión odiosa terriblemente mal interpretada por burócratas, docentes y
algunos coordinadores y directivos. Primero que es necesariamente falsa, pero
pareciera cierta cuando se mira desde la lógica del aún existente método
educativo, en el que el docente es un dador de contenidos que se suponen claros
y que el “alumno” debe aprender para poder pasar, hasta allí llega la
responsabilidad del profesor o profesora; diferente sería si el o la docente se
asumieran como promotores del conocimiento, en el que el logro del aprendizaje por
parte del estudiante es la máxima ofrenda del maestro y la maestra. Bajo esta
nueva forma de asumir el rol educador el “pásalo como sea” sería interpretado
como haz todo lo que puedas para que aprenda y pueda pasar a un grado mayor;
pero esto requiere de un compromiso superior con el fin de lo que se hace y
esto no se inscribe en los métodos y filosofías pedagógicas existentes.
Cuando el medio se convierte en fin, el para qué se diluye y pierde sentido,
algo así como, me conformo con hacer lo que hago porque para eso me pagan.
Podemos ver como la propuesta de Transformación curricular
se encuentra en clara contradicción con las lógicas que guían al docente en su
práctica, eso crea las tensiones normales que toda novedad produce en lo
conocido, esa es la situación crítica por la que tiene que pasar todo proceso
de cambio, lo contrario sería dejar todo igual para que siga su franco camino
de deterioro moral, económico y social que cada vez sufrimos más y de la que
tanto nos quejamos.
Esta propuesta, no es nada improvisada, es la conclusión de
un largo período de consultas y discusiones que datan, de manera orgánica,
desde finales de la década de los noventa del siglo pasado y con antecedentes
mucho más lejanos, aparte de ser respuesta a lo exigido por la Ley Orgánica de
Educación.
Para terminar, a modo de ilustración, algunas voces de
nuestros referentes pedagógicos para dar más luces sobre la importancia de este
proceso de transformación curricular.
Empecemos con nuestro más ilustre maestro y filósofo
Latinoamericano, Simón Rodríguez, que nos dice:
"El título de maestro no debe darse sino al que sabe
enseñar, esto es al que enseña a aprender; no al que manda aprender o indica lo
que se ha de aprender, ni al que aconseja que se aprenda. El maestro que sabe
dar las primeras instrucciones, sigue enseñado virtualmente todo lo que se
aprende después, porque enseñó a aprender"
Nos expresa:
"No hay interés donde no se entrevé el fin de la
acción. Lo que no se hace sentir no se entiende, y lo que no se entiende no
interesa. Llamar, captar y fijar la atención, son las tres partes del arte de
enseñar. Y no todos los maestros sobresalen en las tres"
También indica que:
"El maestro de niños debe ser sabio, ilustrado,
filósofo y comunicativo, porque su oficio es formar hombres para la
sociedad"
Por otra parte, de Gabriela Mistral, maestra y poetiza
chilena recogemos tres frases que consideramos ilustrativas:
“La maestra que no lee tiene que ser mala maestra: ha
rebajado su profesión al mecanismo de oficio, al no renovarse espiritualmente.”
“La vanidad es el peor vicio de una maestra, porque la que
se cree perfecta se ha cerrado, en verdad todos los caminos hacia la
perfección.”
“Todos los vicios y la mezquindad de un pueblo son vicios de
sus maestros.”
Paulo Freire, docente brasileño expresa:
“La educación es comunicación, es diálogo en la medida que
no es transferencia del saber, sino un encuentro de sujetos interlocutores, que
buscan la significación de los significados… no es transferencia o transmisión
de conocimientos de un sujeto a otro, sino su coparticipación en el acto de
comprender. Es una comunicación que se hace críticamente”
…y lo reafirma en esta frase:
“Enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las
posibilidades para su propia producción o construcción.”
Al respecto Lev Semiónovich Vygotsky nos dice:
“El maestro debe adoptar el papel de facilitador, no
proveedor de contenido.”
Pero también Mario Kaplún, maestro y comunicador Uruguayo,
Comenta:
“En la medida en que sigamos asumiendo el clásico rol de
emisores, de poseedores de la verdad, que dictamos esa verdad a los que ‘no
saben’; en la medida que sigamos depositando informaciones e ideas ya
‘digeridas’ en la mente de nuestros destinatarios, por liberadores y
progresistas que sean los contenidos de nuestros mensajes, continuaremos
tributarios de una comunicación autoritaria, vertical, unidireccional.”
Pero lo que dice Horace Mann, Educador estadounidense, es
concluyente al respecto:
“El maestro que intenta enseñar sin inspirar en el alumno el
deseo de aprender está tratando de forjar un hierro frío.”
Y para terminar Eduardo Galeano nos recuerda que “Enseñar es
enseñar a dudar”
Son muchos los referentes que sustentan la importancia del
cambio curricular, pero sobre todo la importancia y necesidad de un cambio de actitud
de quienes tenemos la responsabilidad de forjar una nueva venezolanidad, más
responsable, sana, solidaria y hermosa.
Somos Venezuela. La patria somos todos y todas o no es nada.
Ponemos nuestra parte en pro de la transformación curricular
o sufrimos la realidad, no hay opción.
Emilio Farrera
emiliofarrera@gmail.com