lunes, 27 de noviembre de 2017

Reflexión en torno a la transformación curricular



Hablar de transformación es hablar de diablos y subversiones, es trastocar el orden establecido, la costumbre, lo “correcto”, lo que siempre ha sido y se ha hecho; por eso no es fácil aceptar lo innovador por la mayoría de las personas que, aunque critiquen lo existente lo prefieren, porque eso que existe es parte de lo que son, de lo que conocen, de lo que saben hacer. Lo novedoso crea una crisis de vida naciente opuesta a lo existente y caduco; por eso se compara la quietud de lo que yace a la tempestad de lo que subvierte y se opta por lo primero. La costumbre le teme a lo incierto, prefiere la certidumbre de lo conocido, no el atrevimiento que conlleva riesgos. Nos han enseñado a ser así, esa ha sido la función social de la academia, de los medios de difusión y fundamentalmente de las religiones, las que siempre se han opuesto a los cambios, podemos confirmarlo revisando la historia. Pero, si la historia estuviese determinada por esta lógica, aún viviríamos en el tiempo de las cavernas.
Los cambios nunca han gozado del beneplácito del común de las personas, pero han sido la constante de la historia humana, el hoy no es más que el decantado de esos cambios, buenos y malos, y mañana será lo que cambiemos hoy. Quienes afirman que todo tiempo pasado fue mejor, que lo que hicimos ayer es lo que debemos continuar haciendo, son el peso que ralentiza la transformación, pero que no puede detenerla, ella es lo natural, lo necesario para superar el presente.
La propuesta de Transformación Curricular, tropieza con las lógicas instauradas porque las enfrenta, pero no podría ser de otro modo, esas lógicas conformadas por una filosofía y un método devenidos en costumbre, es en muy buena parte, madre de los entuertos sociales que hoy padecemos ¿Cómo enderezamos esos entuertos sin cambiar las lógicas que lo crean?.
Se oyen muchas críticas a esta propuesta, la mayoría sustentada desde las lógicas existentes: Fragmentación de la enseñanza y del saber, desconociendo la integración natural y lógica de las materias; la comodidad implícita en “hacer lo que sé porque así siempre lo he hecho y fue como me enseñaron”, lo que niega la existencia del docente investigador, una de las premisas que se asume al realizar la propuesta; pero lo que se lleva el máximo galardón de la crítica a la transformación curricular es el “pásalo aunque no sepa”, pásalo aunque no haya cursado la materia”, “pásalo como sea”; expresión odiosa terriblemente mal interpretada por burócratas, docentes y algunos coordinadores y directivos. Primero que es necesariamente falsa, pero pareciera cierta cuando se mira desde la lógica del aún existente método educativo, en el que el docente es un dador de contenidos que se suponen claros y que el “alumno” debe aprender para poder pasar, hasta allí llega la responsabilidad del profesor o profesora; diferente sería si el o la docente se asumieran como promotores del conocimiento, en el que el logro del aprendizaje por parte del estudiante es la máxima ofrenda del maestro y la maestra. Bajo esta nueva forma de asumir el rol educador el “pásalo como sea” sería interpretado como haz todo lo que puedas para que aprenda y pueda pasar a un grado mayor; pero esto requiere de un compromiso superior con el fin de lo que se hace y esto no se inscribe en los métodos y filosofías pedagógicas existentes. 
Cuando el medio se convierte en fin, el para qué se diluye y pierde sentido, algo así como, me conformo con hacer lo que hago porque para eso me pagan.

Podemos ver como la propuesta de Transformación curricular se encuentra en clara contradicción con las lógicas que guían al docente en su práctica, eso crea las tensiones normales que toda novedad produce en lo conocido, esa es la situación crítica por la que tiene que pasar todo proceso de cambio, lo contrario sería dejar todo igual para que siga su franco camino de deterioro moral, económico y social que cada vez sufrimos más y de la que tanto nos quejamos.
Esta propuesta, no es nada improvisada, es la conclusión de un largo período de consultas y discusiones que datan, de manera orgánica, desde finales de la década de los noventa del siglo pasado y con antecedentes mucho más lejanos, aparte de ser respuesta a lo exigido por la Ley Orgánica de Educación.
Para terminar, a modo de ilustración, algunas voces de nuestros referentes pedagógicos para dar más luces sobre la importancia de este proceso de transformación curricular.
Empecemos con nuestro más ilustre maestro y filósofo Latinoamericano, Simón Rodríguez, que nos dice:
"El título de maestro no debe darse sino al que sabe enseñar, esto es al que enseña a aprender; no al que manda aprender o indica lo que se ha de aprender, ni al que aconseja que se aprenda. El maestro que sabe dar las primeras instrucciones, sigue enseñado virtualmente todo lo que se aprende después, porque enseñó a aprender"
Nos expresa:
"No hay interés donde no se entrevé el fin de la acción. Lo que no se hace sentir no se entiende, y lo que no se entiende no interesa. Llamar, captar y fijar la atención, son las tres partes del arte de enseñar. Y no todos los maestros sobresalen en las tres"
También indica que:
"El maestro de niños debe ser sabio, ilustrado, filósofo y comunicativo, porque su oficio es formar hombres para la sociedad"
Por otra parte, de Gabriela Mistral, maestra y poetiza chilena recogemos tres frases que consideramos ilustrativas:
“La maestra que no lee tiene que ser mala maestra: ha rebajado su profesión al mecanismo de oficio, al no renovarse espiritualmente.”
“La vanidad es el peor vicio de una maestra, porque la que se cree perfecta se ha cerrado, en verdad todos los caminos hacia la perfección.”
“Todos los vicios y la mezquindad de un pueblo son vicios de sus maestros.”
Paulo Freire, docente brasileño expresa:
“La educación es comunicación, es diálogo en la medida que no es transferencia del saber, sino un encuentro de sujetos interlocutores, que buscan la significación de los significados… no es transferencia o transmisión de conocimientos de un sujeto a otro, sino su coparticipación en el acto de comprender. Es una comunicación que se hace críticamente”
…y lo reafirma en esta frase:
“Enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su propia producción o construcción.”
Al respecto Lev Semiónovich Vygotsky nos dice:
“El maestro debe adoptar el papel de facilitador, no proveedor de contenido.”
Pero también Mario Kaplún, maestro y comunicador Uruguayo, Comenta:
“En la medida en que sigamos asumiendo el clásico rol de emisores, de poseedores de la verdad, que dictamos esa verdad a los que ‘no saben’; en la medida que sigamos depositando informaciones e ideas ya ‘digeridas’ en la mente de nuestros destinatarios, por liberadores y progresistas que sean los contenidos de nuestros mensajes, continuaremos tributarios de una comunicación autoritaria, vertical, unidireccional.”
Pero lo que dice Horace Mann, Educador estadounidense, es concluyente al respecto:
“El maestro que intenta enseñar sin inspirar en el alumno el deseo de aprender está tratando de forjar un hierro frío.”
Y para terminar Eduardo Galeano nos recuerda que “Enseñar es enseñar a dudar”
Son muchos los referentes que sustentan la importancia del cambio curricular, pero sobre todo la importancia y necesidad de un cambio de actitud de quienes tenemos la responsabilidad de forjar una nueva venezolanidad, más responsable, sana, solidaria y hermosa.
Somos Venezuela. La patria somos todos y todas o no es nada.
Ponemos nuestra parte en pro de la transformación curricular o sufrimos la realidad, no hay opción.

Emilio Farrera
emiliofarrera@gmail.com

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