Trabajadores
de la educación. Un saludo afectuoso, quien se dirige a ustedes Eliezer
Calderón, maestro de escuela que actualmente cumple funciones en la Dirección
General de Investigación y Formación Docente del MPPE. Como bien saben, los
días 21 y 22 de noviembre se estará efectuando en todo el territorio nacional
el Congreso Pedagógico Circuital. Este es un espacio de todos los trabajadores
de la educación, para compartir y socializar las experiencias pedagógicas y
didácticas, innovadoras y transformadoras que nos permiten mejorar cada día
nuestra labor educativa.
Esta
vez, la temática es la escuela y la comunidad como “Centro de diálogo” para la
educación popular y productiva, centrado en el pensamiento pedagógico y
educativo de nuestro Gran Maestro Simón Rodríguez.
El congreso tiene como propósito promover un
diálogo de saberes Escuela - Comunidad sobre la educación popular productiva
comunal desde el principio político pedagógico robinsoniano del aula taller,
visibilizando las diferentes organizaciones en el territorio para la
integración y articulación pedagógica con las instancias del poder popular e ir
avanzando en los procesos comunalidad educativa como expresión transformador
del territorio local en lo sociopedagógico, sociocomunitario y socioproductivo.
El
presente escrito es un preámbulo al Congreso Pedagógico Circuital, a fin de ejemplarizar
un diálogo que permita compartir y socializar unas ideas y planteamientos que
sirvan para el debate y la reflexión.
En este sentido, para tratar en la
significación de educación popular y productiva un referente obligante es sin
lugar a dudas, Samuel Robinson, el Sócrates de Caracas. Después de su estadía
por Europa, el Maestro regresa a América, a la Gran Colombia, a Bogotá en 1823.
Al año siguiente el Libertador al darse por enterado del retorno de su maestro
al nuevo continente le escribe una carta desde Pativilca (Perú), fechada el 19
de enero de 1824 solicitándole se presentara ante él. Y en ella, el Libertador describe
magníficamente el profundo amor, valor y significado humano que un estudiante
pueda expresar por su maestro y lo que un maestro orgullosamente pueda esperar
de su discípulo.
Oh mi Maestro! ¡Oh mi amigo! ¡Oh mi Robinson. Ud. formó
mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso.
Yo he seguido el sendero que Ud. me señaló. Ud. fue mi piloto aunque sentado
sobre una de las playas de Europa. No puede Ud. figurarse cuan hondamente se
han grabado en mi corazón las lecciones que me ha dado; no he podido jamás
borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Ud. me ha regalado.
Siempre presentes a mis ojos intelectuales, las he seguido como guías
infalibles. En fin, Ud. ha visto mi conducta; Ud. ha visto mis pensamientos
escritos, mi alma pintada en el papel, y Ud. no habrá dejado de decirse: todo
esto es mío, yo sembré esta planta, yo la regué , yo la enderecé tierna,
ahora robusta, fuerte y fructífera, he aquí sus frutos; ellos son míos, yo voy
a saborearlos en el jardín que planté; voy a gozar de la sombra de sus brazos
amigos, porque mi derecho es imprescriptible, privativo a todo.
La primera
gran lección educadora que concibe Simón Rodríguez para la formación del nuevo
hombre es precisamente la que forja en Simón Bolívar: formar corazones para la
libertad. El objetivo político de la educación popular no es lograr
sujetos obedientes y reproductores de modelos foráneos, sino la liberación del
hombre a través del desarrollo de un pensamiento propio y autónomo. El primer deber del maestro es enseñar a pensar, enseñar a aprender, de
esta manera se liberaría a los hombres de la ignorancia y opresión a la que
están sometidos y a otros de la opresión a la que someten a sus semejantes. La
ignorancia no está solo en el pueblo pardo, negro e indio, está presente en
toda la sociedad. Es también ignorante el de clase media superior que no toma
conciencia de su deber de formar repúblicas basadas en el bien común.
Ignorancia es no saber que el otro sufre. Rodríguez expone:
“Si hubieran aprendido a raciocinar cuando niños no dirían
ese indio no es lo que yo soy, yo soy hombre, luego él es bruto háganlo
trabajar a palos.”
Educar para la libertad
implica también que el método no podrá seguir otro principio que el aprender en
libertad, desde la experiencia y la emulación, por lo tanto el conocimiento no
será recepción pasiva sino creación y actividad.
Otro Rodríguez, el Profesor Roberto (2005), plantea que el
Robinson de Caracas, concibe un “sistema de Sociedad y Educación”. Inseparable
una de la otra. Un sistema de educación total (edupanismo), hecho por el
maestro, sujeto de luces y virtudes para saber vivir en sociedad. Un objeto de
la instrucción para la sociabilidad donde el hombre se concibe en su totalidad
integral: conocimiento social para
hacer una nación prudente; corporal,
para hacerla fuerte; técnica, para
hacerla experta; científica para
hacerla pensadora y moral para crear
voluntades
En consecuencia, la
educación y la pedagogía rodrigueana es un instrumento para la transformación
social, por lo que es necesario desarrollar un sistema de instrucción pública
para todos.
¿Cuál
es el modelo de sociedad y qué hay que transforma? ¿Cuál es el modelo que
debemos crear los americanos? Esta es la gran dicotomía problematizadora a la que
responde el gran maestro.
El modelo monárquico español
que colonizó al país por más de 300 años es al que no podemos volver ni copiar.
Es el modelo de sociedad excluyente donde solo tienen instrucción las clases
medias altas pudientes cultas y clericales. Es el modelo que prepara doctores,
teólogos, teóricos y retóricos. Esto lo advierte el maestro porque está en el
imaginario de algunos libertadores copiar y adaptar el modelo de república
federal europeo y norteamiericano, ya el Libertador lo ha advertido en el discurso
de angostura de 1819. Rodríguez se da cuenta de este problema central y tiene
una propuesta para fundar la manera de
crear un nuevo orden social, un nuevo modelo para las sociedades americanas
a partir de una originalidad.
¿Dónde iremos a buscar
modelos? La América española es original, original han de ser sus instituciones
y gobiernos y original los medios para fundar uno y otro. O inventamos o
erramos.
Es imposible construir una República
con ciudadanos ignorantes del bien común, esclavizados y avasallados, necesario
es formar a ese nuevo ciudadano para una nueva sociedad libre, autónoma y
original, ¿Cómo construir esa nueva sociedad? Con educación, con la escuela.
Una escuela donde se aprenda a vivir en República libre.
La propuesta de Simón
Rodríguez es la educación popular. Es la educación para todos, es la educación
de la igualdad. La educación popular es la afirmación de la igualdad, la idea
de igualdad no como una idea de objetivo sino como un principio, no para
alcanzar la igualdad del pobre con respeto al rico que implícitamente afirma la
desigualdad, sino la igualdad para practicarla. Afirma Duran (1992). La
educación se sustentaba en el pobre marginado y en la mujer, que tenía el mismo
derecho que todos los demás habitantes. Los negros, los indios, los que no son
electores ni candidatos a ser elegidos porque no tienen instrucción. Ellos
debían ser la base de un sistema educativo para una democracia popular.
En este sentido, todos y
todas debían prepararse, sin ningún tipo de distinción, para el goce de la
ciudadanía con la escuela que educara para la sociabilidad, para el vivir
común, para la democracia. Pero al mismo tiempo, así como todos y todas debían
formarse en la lectura y escritura, en la sociabilidad, de nada servía esto si
el pardo no aprendía un trabajo productivo, un oficio que lo preparara para el
hacer. Así el pardo no se vendería como siervo porque tendría cómo producir y
ser independiente, de esta manera la mujer no caería en la prostitución ni se
casaría por necesidad sino por amor.
En resumidas cuentas, el
proyecto de educación popular del maestro tiene una vinculación intrínseca
entre educación, trabajo y sociedad libre. Es una educación para formar mujeres
y hombres virtuosos, pero también para formar mujeres y hombres artesanos. Era
la escuela para el ser, para el saber y para el hacer sin fragmentaciones.
Instruyan y tendrán quien sepa, eduquen y tendrán quien haga.
Esta
concepción del Sócrates de Caracas no podía quedarse en un ideario, conceptual
y utópico, por ello emprende junto al Libertador, en Bolivia en 1825, la puesta
en marcha del Proyecto de Educación Popular. Es nombrado por el
Libertador Director de la Educación Pública, Ciencias, Artes Físicas
y Matemáticas y Director de Minas, Agricultura y Vías Públicas de Bolivia.
Su escuela
modelo estaba constituida por locales que debían ser apropiados para
el trabajo docente con suficiente mobiliario y demás equipos y tener
anexo un taller o una granja.
El proyecto popular
consistía en levantar aulas para grupos humanos excluidos, pobres e indígenas,
con valor formativo y productivo. Rodríguez propone introducir materias de
carácter práctico en las escuelas que posibilitaran el dominio de un oficio por
parte de los pobladores. El plan de enseñanza para toda la república creaba
maestranzas de artes y oficios con el fin de impulsar una escuela ligada al
trabajo productivo en contra de formar curas y abogados, escuelas dotadas de
talleres en las que se les procuraría además un oficio paralelo a la enseñanza
general siguiendo el criterio de que los varones deberán aprender albañilería,
carpintería y herrería porque con tierras, maderas y metales se hacen las cosas
más necesarias.
La teoría pedagógica de esta
escuela modelo, en su práctica, se inscribía en la pedagogía para el hacer,
apuntando más a educar que a instruir. Aprendizaje libre, autónomo para la
liberación que permitía excluir los programas impositivos: Formar hombres
completos mediante una educación intelectual, moral y manual.
Pero, el sueño para el
Robinson radical, como pedagogo soñador y alocado como algunos lo catalogan no
tuvo la comprensión para ese momento histórico, incluso del mismo patriota
Antonio José de Sucre. Los padres contravinieron estas ideas pues no querían
que sus hijos fueran carpinteros y herreros sino doctores. Simón Rodríguez renuncia
a sus funciones en la tarea que le encomendó el Libertador y parte a otros
destinos latinoamericanos.
¿Qué implicación tiene los planteamientos del
maestro Simón Rodríguez para nuestra Educación Bolivariana? ¿Cómo revitalizar e
impulsar una educación para el hacer con el aula y escuela taller?
En primer lugar, los
trabajadores de la educación debemos trabajar y hemos dado unos pasos, en la
construcción de nuestra historia pedagógica venezolana, latinoamericana
caribeña. No hacerlo o no insistir en ello, constituiría, en palabras del
maestro Luis Antonio Bigott algo aberrante. Una pedagogía propia significa una
pedagogía que nos identifique en la diversidad, desde nuestros saberes y
haceres lugarizados y territorializados. Una pedagogía decolonizadora para la
liberación de las teorías pedagógicas foráneas que aún prevalecen en nuestros
programas de estudio. Creo que la Universidad del Magisterio y todos sus
estudiantes y trabajadores deben tomar la iniciativa de impulsar un gran
proyecto y movimiento fundante, estructurante, pedagógico y decolonizador que
parta de la investigación para la transformación y devele una educación propia
y ancestral.
La escuela y aula
taller es una propuesta política, educativa, pedagógica y didáctica que concibe
la escuela y el aula como un espacio para el hacer, para el trabajo liberador,
donde los maestros estudiantes y comunidad con el aprender haciendo buscan soluciones a problemas concretos en
situaciones reales. El aula
taller tiene su metodología, pues nos permite organizar unas estrategias y
actividades para el trabajo cooperativo y colaborativo en un ambiente de
aprendizaje que modele lo que sabemos hacer en una situación de la vida cotidiana.
Es una escuela, para hacer cosas fuera de los convencionalismos y
determinaciones que impone preponderantemente la teoría y los conceptos.
¿Qué mejor escuela podemos
necesitar e inspirar que una concebida para aprender hacer y resistir en
tiempos de guerra y de escasez? La
escuela taller es necesaria en tanto es provechosa, pero sobre todo, es
pertinente para contribuir a una sociedad libre que pueda producir y generar
desde el germen de nuestras aulas, sus bienes y servicios, sus saberes y
conocimientos.
Hoy más que nunca
necesitamos ser maestros robinsonianos, soñadores, insistentes, persistentes,
rebeldes para transformar creativamente nuestra educación en una verdadera
educación para todas y todos, para la liberación y el desarrollo productivo.
Todavía los
historiadores no entienden por qué Simón Rodríguez después de salir de
Venezuela y recorrer diferentes países del mundo, no volvió a su tierra natal,
volvió a la América del Sur, pero no a nuestro país. Nosotros trabajadores de
la educación venezolana traigamos de vuelta a Rodríguez con sus ideales
políticos pedagógicos para hacer de nuestras aulas, escuelas y comunidades
territorios originales para inventar e innovar. Convoquemos a Robinson como lo
hizo nuestro Libertador desde Pativilca para expresarle nuestro orgullo como
maestro venezolano universal, que nos invitó a colonizar nuestras tierras, pero
con nuestros propios habitantes.
Eliezer Calderón, 2019.