miércoles, 20 de noviembre de 2019

Simón Rodríguez y su visión política educativa del aula taller. escrito por: Eliezer Calderón


Trabajadores de la educación. Un saludo afectuoso, quien se dirige a ustedes Eliezer Calderón, maestro de escuela que actualmente cumple funciones en la Dirección General de Investigación y Formación Docente del MPPE. Como bien saben, los días 21 y 22 de noviembre se estará efectuando en todo el territorio nacional el Congreso Pedagógico Circuital. Este es un espacio de todos los trabajadores de la educación, para compartir y socializar las experiencias pedagógicas y didácticas, innovadoras y transformadoras que nos permiten mejorar cada día nuestra labor educativa.
Esta vez, la temática es la escuela y la comunidad como “Centro de diálogo” para la educación popular y productiva, centrado en el pensamiento pedagógico y educativo de nuestro Gran Maestro Simón Rodríguez.
El congreso tiene como propósito promover un diálogo de saberes Escuela - Comunidad sobre la educación popular productiva comunal desde el principio político pedagógico robinsoniano del aula taller, visibilizando las diferentes organizaciones en el territorio para la integración y articulación pedagógica con las instancias del poder popular e ir avanzando en los procesos comunalidad educativa como expresión transformador del territorio local en lo sociopedagógico, sociocomunitario y socioproductivo.
El presente escrito es un preámbulo al Congreso Pedagógico Circuital, a fin de ejemplarizar un diálogo que permita compartir y socializar unas ideas y planteamientos que sirvan para el debate y la reflexión.
En este sentido, para tratar en la significación de educación popular y productiva un referente obligante es sin lugar a dudas, Samuel Robinson, el Sócrates de Caracas. Después de su estadía por Europa, el Maestro regresa a América, a la Gran Colombia, a Bogotá en 1823. Al año siguiente el Libertador al darse por enterado del retorno de su maestro al nuevo continente le escribe una carta desde Pativilca (Perú), fechada el 19 de enero de 1824 solicitándole se presentara ante él. Y en ella, el Libertador describe magníficamente el profundo amor, valor y significado humano que un estudiante pueda expresar por su maestro y lo que un maestro orgullosamente pueda esperar de su discípulo.
Oh mi Maestro! ¡Oh mi amigo! ¡Oh mi Robinson.  Ud. formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Ud. me señaló. Ud. fue mi piloto aunque sentado sobre una de las playas de Europa. No puede Ud. figurarse cuan hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que me ha dado; no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Ud. me ha regalado. Siempre presentes a mis ojos intelectuales, las he seguido como guías infalibles. En fin, Ud. ha visto mi conducta; Ud. ha visto mis pensamientos escritos, mi alma pintada en el papel, y Ud. no habrá dejado de decirse: todo esto es mío, yo sembré esta planta, yo la regué , yo la enderecé tierna, ahora robusta, fuerte y fructífera, he aquí sus frutos; ellos son míos, yo voy a saborearlos en el jardín que planté; voy a gozar de la sombra de sus brazos amigos, porque mi derecho es imprescriptible, privativo a todo.
La primera gran lección educadora que concibe Simón Rodríguez para la formación del nuevo hombre es precisamente la que forja en Simón Bolívar: formar corazones para la libertad. El objetivo político de la educación popular no es lograr sujetos obedientes y reproductores de modelos foráneos, sino la liberación del hombre a través del desarrollo de un pensamiento propio y autónomo. El primer deber del maestro es enseñar a pensar, enseñar a aprender, de esta manera se liberaría a los hombres de la ignorancia y opresión a la que están sometidos y a otros de la opresión a la que someten a sus semejantes. La ignorancia no está solo en el pueblo pardo, negro e indio, está presente en toda la sociedad. Es también ignorante el de clase media superior que no toma conciencia de su deber de formar repúblicas basadas en el bien común. Ignorancia es no saber que el otro sufre. Rodríguez expone:
“Si hubieran aprendido a raciocinar cuando niños no dirían ese indio no es lo que yo soy, yo soy hombre, luego él es bruto háganlo trabajar a palos.”
Educar para la libertad implica también que el método no podrá seguir otro principio que el aprender en libertad, desde la experiencia y la emulación, por lo tanto el conocimiento no será recepción pasiva sino creación y actividad.
Otro Rodríguez, el  Profesor Roberto (2005), plantea que el Robinson de Caracas, concibe un “sistema de Sociedad y Educación”. Inseparable una de la otra. Un sistema de educación total (edupanismo), hecho por el maestro, sujeto de luces y virtudes para saber vivir en sociedad. Un objeto de la instrucción para la sociabilidad donde el hombre se concibe en su totalidad integral: conocimiento social para hacer una nación prudente; corporal, para hacerla fuerte; técnica, para hacerla experta; científica para hacerla pensadora y moral para crear voluntades
En consecuencia, la educación y la pedagogía rodrigueana es un instrumento para la transformación social, por lo que es necesario desarrollar un sistema de instrucción pública para todos.
¿Cuál es el modelo de sociedad y qué hay que transforma? ¿Cuál es el modelo que debemos crear los americanos? Esta es la gran dicotomía problematizadora a la que responde el gran maestro.

El modelo monárquico español que colonizó al país por más de 300 años es al que no podemos volver ni copiar. Es el modelo de sociedad excluyente donde solo tienen instrucción las clases medias altas pudientes cultas y clericales. Es el modelo que prepara doctores, teólogos, teóricos y retóricos. Esto lo advierte el maestro porque está en el imaginario de algunos libertadores copiar y adaptar el modelo de república federal europeo y norteamiericano, ya el Libertador lo ha advertido en el discurso de angostura de 1819. Rodríguez se da cuenta de este problema central y tiene una propuesta para fundar la manera de crear un nuevo orden social, un nuevo modelo para las sociedades americanas a partir de una originalidad.
 ¿Dónde iremos a buscar modelos? La América española es original, original han de ser sus instituciones y gobiernos y original los medios para fundar uno y otro. O inventamos o erramos.
Es imposible construir una República con ciudadanos ignorantes del bien común, esclavizados y avasallados, necesario es formar a ese nuevo ciudadano para una nueva sociedad libre, autónoma y original, ¿Cómo construir esa nueva sociedad? Con educación, con la escuela. Una escuela donde se aprenda a vivir en República libre.
La propuesta de Simón Rodríguez es la educación popular. Es la educación para todos, es la educación de la igualdad. La educación popular es la afirmación de la igualdad, la idea de igualdad no como una idea de objetivo sino como un principio, no para alcanzar la igualdad del pobre con respeto al rico que implícitamente afirma la desigualdad, sino la igualdad para practicarla. Afirma Duran (1992). La educación se sustentaba en el pobre marginado y en la mujer, que tenía el mismo derecho que todos los demás habitantes. Los negros, los indios, los que no son electores ni candidatos a ser elegidos porque no tienen instrucción. Ellos debían ser la base de un sistema educativo para una democracia popular.
En este sentido, todos y todas debían prepararse, sin ningún tipo de distinción, para el goce de la ciudadanía con la escuela que educara para la sociabilidad, para el vivir común, para la democracia. Pero al mismo tiempo, así como todos y todas debían formarse en la lectura y escritura, en la sociabilidad, de nada servía esto si el pardo no aprendía un trabajo productivo, un oficio que lo preparara para el hacer. Así el pardo no se vendería como siervo porque tendría cómo producir y ser independiente, de esta manera la mujer no caería en la prostitución ni se casaría por necesidad sino por amor.
En resumidas cuentas, el proyecto de educación popular del maestro tiene una vinculación intrínseca entre educación, trabajo y sociedad libre. Es una educación para formar mujeres y hombres virtuosos, pero también para formar mujeres y hombres artesanos. Era la escuela para el ser, para el saber y para el hacer sin fragmentaciones.
Instruyan y tendrán quien sepa, eduquen y tendrán quien haga.
Esta concepción del Sócrates de Caracas no podía quedarse en un ideario, conceptual y utópico, por ello emprende junto al Libertador, en Bolivia en 1825, la puesta en marcha del Proyecto de Educación Popular.                            Es nombrado por el Libertador Director de la Educación Pública, Ciencias, Artes Físicas y Matemáticas y Director de Minas, Agricultura y Vías Públicas de Bolivia.
Su escuela modelo estaba constituida por locales que debían ser apropiados para el trabajo docente con suficiente mobiliario y demás equipos y tener anexo un taller o una granja.
El proyecto popular consistía en levantar aulas para grupos humanos excluidos, pobres e indígenas, con valor formativo y productivo. Rodríguez propone introducir materias de carácter práctico en las escuelas que posibilitaran el dominio de un oficio por parte de los pobladores. El plan de enseñanza para toda la república creaba maestranzas de artes y oficios con el fin de impulsar una escuela ligada al trabajo productivo en contra de formar curas y abogados, escuelas dotadas de talleres en las que se les procuraría además un oficio paralelo a la enseñanza general siguiendo el criterio de que los varones deberán aprender albañilería, carpintería y herrería porque con tierras, maderas y metales se hacen las cosas más necesarias.
La teoría pedagógica de esta escuela modelo, en su práctica, se inscribía en la pedagogía para el hacer, apuntando más a educar que a instruir. Aprendizaje libre, autónomo para la liberación que permitía excluir los programas impositivos: Formar hombres completos mediante una educación intelectual, moral y manual.
Pero, el sueño para el Robinson radical, como pedagogo soñador y alocado como algunos lo catalogan no tuvo la comprensión para ese momento histórico, incluso del mismo patriota Antonio José de Sucre. Los padres contravinieron estas ideas pues no querían que sus hijos fueran carpinteros y herreros sino doctores. Simón Rodríguez renuncia a sus funciones en la tarea que le encomendó el Libertador y parte a otros destinos latinoamericanos.
 ¿Qué implicación tiene los planteamientos del maestro Simón Rodríguez para nuestra Educación Bolivariana? ¿Cómo revitalizar e impulsar una educación para el hacer con el aula y escuela taller?
En primer lugar, los trabajadores de la educación debemos trabajar y hemos dado unos pasos, en la construcción de nuestra historia pedagógica venezolana, latinoamericana caribeña. No hacerlo o no insistir en ello, constituiría, en palabras del maestro Luis Antonio Bigott algo aberrante.      Una pedagogía propia significa una pedagogía que nos identifique en la diversidad, desde nuestros saberes y haceres lugarizados y territorializados. Una pedagogía decolonizadora para la liberación de las teorías pedagógicas foráneas que aún prevalecen en nuestros programas de estudio. Creo que la Universidad del Magisterio y todos sus estudiantes y trabajadores deben tomar la iniciativa de impulsar un gran proyecto y movimiento fundante, estructurante, pedagógico y decolonizador que parta de la investigación para la transformación y devele una educación propia y ancestral.

La escuela y aula taller es una propuesta política, educativa, pedagógica y didáctica que concibe la escuela y el aula como un espacio para el hacer, para el trabajo liberador, donde los maestros estudiantes y comunidad con el aprender haciendo buscan soluciones a problemas concretos en situaciones reales.  El aula taller tiene su metodología, pues nos permite organizar unas estrategias y actividades para el trabajo cooperativo y colaborativo en un ambiente de aprendizaje que modele lo que sabemos hacer en una situación de la vida cotidiana. Es una escuela, para hacer cosas fuera de los convencionalismos y determinaciones que impone preponderantemente la teoría y los conceptos.

¿Qué mejor escuela podemos necesitar e inspirar que una concebida para aprender hacer y resistir en tiempos de guerra y de escasez?  La escuela taller es necesaria en tanto es provechosa, pero sobre todo, es pertinente para contribuir a una sociedad libre que pueda producir y generar desde el germen de nuestras aulas, sus bienes y servicios, sus saberes y conocimientos.

Hoy más que nunca necesitamos ser maestros robinsonianos, soñadores, insistentes, persistentes, rebeldes para transformar creativamente nuestra educación en una verdadera educación para todas y todos, para la liberación y el desarrollo productivo.

Todavía los historiadores no entienden por qué Simón Rodríguez después de salir de Venezuela y recorrer diferentes países del mundo, no volvió a su tierra natal, volvió a la América del Sur, pero no a nuestro país. Nosotros trabajadores de la educación venezolana traigamos de vuelta a Rodríguez con sus ideales políticos pedagógicos para hacer de nuestras aulas, escuelas y comunidades territorios originales para inventar e innovar. Convoquemos a Robinson como lo hizo nuestro Libertador desde Pativilca para expresarle nuestro orgullo como maestro venezolano universal, que nos invitó a colonizar nuestras tierras, pero con nuestros propios habitantes.


Eliezer Calderón, 2019.





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