martes, 21 de marzo de 2017

El Maestro Mágico de Papel Maché


Escrito por: Natchaieving Méndez

Periodista del Periodico Ciudad Maracay.

Cuentan que en algún momento existió un maestro que hacía reír a sus estudiantes mientras impartía sus clases de matemática, lengua, historia y ciencias naturales. Dicen que ese docente era tan especial que las niñas y los niños lo dibujaban, repetían sus enseñanzas y esperaban ansiosos la semana para volver a verlo. Ese maestro, ese mágico docente era de papel maché.

Es posible que el relato anterior no sea cierto, sin embargo, para quienes están en el campo de la educación no es poco creíble, pues bien es conocido el gran potencial de esos maestro de papel maché que encanta tanto a niños como a jóvenes y adultos; por supuesto nos referimos al teatro de los títeres.
Desde hace mucho tiempo en Venezuela, este arte milenario ha tenido vinculación con el ámbito educativo por su infalible efecto de atraer la atención de los estudiantes. Una muestra de esto se evidenció a mediados de la década de los 40, cuando el entonces el maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa (1902-1993), como ministro de educación, impulsó la presentación y formación de docentes en el teatro de títeres, con la guía de profesionales de este arte provenientes de México, país en el que se había efectuado una campaña alfabetizadora de gran éxito que involucró el teatro de muñecos.

De esta iniciativa, refiere Cerda (1965), en la que se planificó una gira de los artistas mexicanos de Nahual por diversos estados venezolanos, surgió el teatro Tío Conejo, dirigido por el escultor Eduardo Francis, que durante cinco años de existencia no solo logró la incorporación del teatro de títeres en las instituciones educativas venezolanas, sino además echó las bases para estimular la creación de titiriteros a lo largo y ancho del país.

Es así como la génesis de muchas agrupaciones de teatro de títeres tanto en Venezuela, y siendo aún más atrevidos, en el mundo, ha estado vinculada con la educación. De acuerdo a esto surgen las interrogantes: ¿Por qué este arte tiene un especial efecto sobre las niñas y los niños, incluso aquellos con dificultades de atención?, ¿Debe ser el títere un sustituto del docente?

En relación a la primera pregunta, la doctora Nancy de Marín, psicóloga y magister en Planificación Educativa, en una entrevista realizada por la revista Upel Cultural (2013), refirió que el títere además de ser un vehículo efectivo para despertar sentimientos sociales, permite que los espectadores compartan la alegría por medio de historias y personajes peculiares que representan situaciones que lo hacen ser feliz.

Para la especialista, uno de los aspectos más importantes que permite el trabajo con el teatro de títeres es que tanto los niños como los adultos que participan en este arte construyen una historia conectándose con todos sus sentimientos, partiendo de personajes que no tienen limitaciones de hacer lo que ellos en personas no pueden lograr. “El trabajo de títeres facilita el proceso de socialización de quienes participan en él. En representación de estas historias no existen límites, mientras voy imaginando más, produzco más y voy organizando”, expresó.

 En este sentido, la investigadora y titiritera Betty Ororio, en su trabajo El teatro de títeres y su relación con el desarrollo cognitivo del niño (1992) resaltó que el niño al presenciar el teatro de títeres enfrenta una experiencia que en sí misma es simple y compleja, pues aunque es auténtica también es real, por lo que se ve envuelto como partícipe de su propia historia, cultura y como parte de un colectivo.

Por ello se puede afirmar que el empleo del títere para fines educativos no solo permite la socialización de los estudiantes en el proceso de enseñanza, también le garantiza la revisión interna de sus propias emociones, sentimientos e incluso el descubrimiento de su ser que aflora al prestarle su alma al títere o la marioneta para que este cobre vida. Es pues, una suerte de desdoblamiento en el que los verdaderos rasgos de la personalidad represados por bloqueos sociales salen ante la posibilidad de transformarse en “otro”, sin perjuicios y al que se le perdona todo por el simple hecho de ser muñeco.

En concordancia a lo anterior, Humberto González, subdirector de Extensión del Instituto Pedagógico de Caracas, refirió en una entrevista de la revista anteriormente citada, que el teatro de títeres ofrece la posibilidad de generar procedimientos introspectivos de pensamientos y manifiestos como la motricidad fina, así como estimula la conexión y creación de ideas, la sincronización de movimientos a una voz, ritmo y más aún, pueden reforzar valores como la convivencia, el trabajo en equipo, la solidaridad y la fraternidad.

Ahora bien, retomando las preguntas que surgieron al inicio de este escrito: ¿Debe convertirse el títere en un sustituto del maestro? Definitivamente no. Una de las características que hace especial al títere es su libertad de improvisar y equivocarse, particularidad que difícilmente el maestro se permita, afirmación última que puede ser discutible y que merece otro espacio de atención distinto al tratado al presente artículo. Lo cierto es que el muñeco ofrece la posibilidad al docente de romper con el formalismo de una clase, de enunciar afirmaciones, preguntas, frases que inviten y estimulen la imaginación del estudiante y el deseo de comprobar o profundizar sobre los temas tratados, mas no debe ser un “dador de clases” pues esta postura no es propia de los muñecos y por lo tanto ocasionaría un efecto aburrido y adverso al esperado.

En consecuencia, es necesario plantear la utilización del teatro de títere más allá que para el reforzamiento de conceptos y teorías, debe direccionarse a la puesta en práctica del discernimiento, la estimulación de la razón y la confrontación con lo correcto e incorrecto, además de la posibilidad que ofrece este arte para facilitar los espacios de convivencia y el reforzamiento de valores sociales.

Todo lo anterior no significa un descubrimiento del agua tibia, durante muchos años estudiantes de pregrado en educación, así como investigadores de la pedagogía han comprobado la efectividad del teatro de títeres en el ámbito educativo. Sin embargo, se ve con tristeza la falta de interés de una buena parte de las instituciones universitarias y de los organismos gubernamentales con competencia en la educación para la formación profesional de titiriteros y la incorporación del manejo de esta rama de las artes escénicas en el currículo de formación docente.

Este arte, complejo por requerir el manejo del teatro, la música, el movimiento y la artesanía, es muchas veces asumido como una técnica tomada a la ligera, sin ninguna formación u orientación, lo que genera espectáculos muy pobres técnicamente, alejados de lo deseado, que no impactan en la audiencia sino por el contrario desvirtúa su esencia y belleza artística.

Con tristeza se evidencia como solo unas pocas universidades del país ofrecen la cátedra de títeres como una materia optativa; algunas que en su momento la tuvieron en su malla curricular la han desaparecido del pensum de estudio y otras siquiera la contemplan en la formación de docentes. Todo esto contrario a países hermanos como Argentina o Brasil en donde incluso existen estudios de formación universitaria para la profesionalización del titiritero.


Es por ello que un anhelo de las personas vinculadas al teatro de los muñecos es que en tiempos de revolución se le dé a este arte la importancia que amerita, abriendo nuevas salas tipo teatrinos, creando centros de formación y actualización de los titiriteros y manteniendo rutas constantes que garanticen la presencia de este artes en escuelas, liceos e instituciones, hecho que contribuiría a la sensibilización del estudiantado que tanto hace falta para tener una patria que camine con valores de solidaridad, paz, unión, armonía y respeto.


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