La época decembrina siempre nos convida a revisarnos, reunirnos y reencontrarnos. En esta ocasión quiero invitarles a considerar una de nuestras manifestaciones musicales. Me refiero a la Parranda Central, tradición que se encuentra desdibujada en la actualidad, sin embargo, en ella podemos encontrar rasgos fundamentales de lo que nos identifica, como lo es la alegría que algunos consideran que es una característica propia de los venezolanos. Sus orígenes arraigados en los alrededores de las centrales azucareras de principios del siglo XX, en el país que iniciaba el tránsito de una economía rural a la industrial, principalmente en los estados centrales Carabobo, Cojedes y Aragua, dan cuenta de parte importante de nuestra historia, desconocida por muchos pero no por ello menos sustancial.
Sin lugar a dudas,
entre los géneros artísticos es la música la que, tal vez,
atestigua con más fuerza esa mixtura propia del sincretismo
característico de nuestro mestizaje cultural. Las prácticas
tradicionales musicales se nutren del legado de tres culturas madres
así la maraca indígena, el tambor africano y las cuerdas europeas
se encuentran presentes en muchas de ellas. En la música se conjugan
perfectamente nuestras raíces africanas, indígenas e hispanas que
en diferentes gradaciones dan origen a los ritmos propios de cada
región cultural.
Así pues, la
parranda venezolana tiene su origen en los villancicos y aguinaldos
que arribaron a nuestras costas con los conquistadores españoles
quienes, junto a la fe cristiana, nos heredaron sus ritos y
complementos para que, luego de un largo y continuo proceso de
mestizaje, se le incorporarán los instrumentos típicos de cada
región, así como las variaciones rítmicas propias de la cultura
venezolana. Producto de esas variaciones surge la Parranda Central
caracterizada por el uso de instrumentos tradicionales como: la
maraca, el cuatro, charrasca, tres, tambor y furro y en algunas
ocasiones también se incorpora la guitarra. Sin embargo, “…La
parranda campesina, que alegra los campos esos, lo que lleva solo es
cuatro, maracas, furro, tambora, güire, charrasca y un instrumento
guía, puede ser un violín, puede ser la guitarra misma o puede ser
una mandolina…” (Entrevista personal a César E. Acosta, Junio
18, 2016). Estos instrumentos proveen a la Parranda Central de un
ritmo fluido y contagioso que puede resultar bailable aunque la
atención del público se proyecta sobre todo en su lírica. El
contenido de sus letras ya no se dedica exclusivamente a lo divino,
al pesebre o a la navidad sino a temas propios de la cotidianidad que
revistan especial significancia en un momento determinado y a
personajes relevantes de la localidad a la que pertenecen los grupos
de parranda. Las letras pueden ser improvisadas o estar preparadas
con anterioridad; sobre todo los versos usados al llegar a las casas
anfitrionas o los de despedida.
Según la tradición
el grupo de parranda o parranderos llevan una bandera – estandarte
con el nombre del grupo que también se encuentra pintado en el
cuerpo del tambor o el furro, los integrantes usualmente se visten de
los colores del estandarte a manera de uniforme, igualmente portan
un farol que además de alumbrar el camino, en las oscuras noches de
parranda, alude también a la estrella de Belén.
La parranda como
manifestación colectiva sirve de excusa para la convivencia y el
intercambio de dulces y comidas típicas propias de la fecha
decembrina entre vecinos y familias. Usualmente da inicio en el mes
de octubre, aunque las agrupaciones comienzan a ensayar después de
julio, extendiéndose hasta el 02 de febrero coincidiendo con la
celebración de la fiesta de la Virgen de la Candelaria. También
forma parte de la costumbre, retribuir a los parranderos con dinero
que es introducido en la boca del cuatro a manera de diezmo, así
como también se estila convidarles con bebidas y comidas
tradicionales.
Fundamentalmente,
por su gran carga histórico-cultural esta manifestación colectiva
de la expresión patrimonial de la música venezolana debe ser objeto
de una mirada profunda por parte de nuestros maestros y maestras para
estimular en nuestras niñas y niños aragüeños la conformación de
grupos de parranderos y parranderas para fortalecer su arraigo y
pertinencia con nuestras raíces dotándolos así de lo necesario
para poder enfrentar los antivalores impuestos por la hegemonía
cultural que ha pretendido desvirtuar la idiosincrasia del pueblo,
tratando de hacerlo olvidar sus gustos culinarios, musicales y hasta
hacerles desear ser otros, tener otros rasgos físicos, ya que a
parrandear sólo se aprende ¡parrandeando!
maricanchijaimes@gmail.com
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