martes, 1 de noviembre de 2016

SALGAMOS A PARRANDEAR



La época decembrina siempre nos convida a revisarnos, reunirnos y reencontrarnos. En esta ocasión quiero invitarles a considerar una de nuestras manifestaciones musicales. Me refiero a la Parranda Central, tradición que se encuentra desdibujada en la actualidad, sin embargo, en ella podemos encontrar rasgos fundamentales de lo que nos identifica, como lo es la alegría que algunos consideran que es una característica propia de los venezolanos. Sus orígenes arraigados en los alrededores de las centrales azucareras de principios del siglo XX, en el país que iniciaba el tránsito de una economía rural a la industrial, principalmente en los estados centrales Carabobo, Cojedes y Aragua, dan cuenta de parte importante de nuestra historia, desconocida por muchos pero no por ello menos sustancial.
Sin lugar a dudas, entre los géneros artísticos es la música la que, tal vez, atestigua con más fuerza esa mixtura propia del sincretismo característico de nuestro mestizaje cultural. Las prácticas tradicionales musicales se nutren del legado de tres culturas madres así la maraca indígena, el tambor africano y las cuerdas europeas se encuentran presentes en muchas de ellas. En la música se conjugan perfectamente nuestras raíces africanas, indígenas e hispanas que en diferentes gradaciones dan origen a los ritmos propios de cada región cultural.
Así pues, la parranda venezolana tiene su origen en los villancicos y aguinaldos que arribaron a nuestras costas con los conquistadores españoles quienes, junto a la fe cristiana, nos heredaron sus ritos y complementos para que, luego de un largo y continuo proceso de mestizaje, se le incorporarán los instrumentos típicos de cada región, así como las variaciones rítmicas propias de la cultura venezolana. Producto de esas variaciones surge la Parranda Central caracterizada por el uso de instrumentos tradicionales como: la maraca, el cuatro, charrasca, tres, tambor y furro y en algunas ocasiones también se incorpora la guitarra. Sin embargo, “…La parranda campesina, que alegra los campos esos, lo que lleva solo es cuatro, maracas, furro, tambora, güire, charrasca y un instrumento guía, puede ser un violín, puede ser la guitarra misma o puede ser una mandolina…” (Entrevista personal a César E. Acosta, Junio 18, 2016). Estos instrumentos proveen a la Parranda Central de un ritmo fluido y contagioso que puede resultar bailable aunque la atención del público se proyecta sobre todo en su lírica. El contenido de sus letras ya no se dedica exclusivamente a lo divino, al pesebre o a la navidad sino a temas propios de la cotidianidad que revistan especial significancia en un momento determinado y a personajes relevantes de la localidad a la que pertenecen los grupos de parranda. Las letras pueden ser improvisadas o estar preparadas con anterioridad; sobre todo los versos usados al llegar a las casas anfitrionas o los de despedida.
Según la tradición el grupo de parranda o parranderos llevan una bandera – estandarte con el nombre del grupo que también se encuentra pintado en el cuerpo del tambor o el furro, los integrantes usualmente se visten de los colores del estandarte a manera de uniforme, igualmente portan un farol que además de alumbrar el camino, en las oscuras noches de parranda, alude también a la estrella de Belén.
La parranda como manifestación colectiva sirve de excusa para la convivencia y el intercambio de dulces y comidas típicas propias de la fecha decembrina entre vecinos y familias. Usualmente da inicio en el mes de octubre, aunque las agrupaciones comienzan a ensayar después de julio, extendiéndose hasta el 02 de febrero coincidiendo con la celebración de la fiesta de la Virgen de la Candelaria. También forma parte de la costumbre, retribuir a los parranderos con dinero que es introducido en la boca del cuatro a manera de diezmo, así como también se estila convidarles con bebidas y comidas tradicionales.
Fundamentalmente, por su gran carga histórico-cultural esta manifestación colectiva de la expresión patrimonial de la música venezolana debe ser objeto de una mirada profunda por parte de nuestros maestros y maestras para estimular en nuestras niñas y niños aragüeños la conformación de grupos de parranderos y parranderas para fortalecer su arraigo y pertinencia con nuestras raíces dotándolos así de lo necesario para poder enfrentar los antivalores impuestos por la hegemonía cultural que ha pretendido desvirtuar la idiosincrasia del pueblo, tratando de hacerlo olvidar sus gustos culinarios, musicales y hasta hacerles desear ser otros, tener otros rasgos físicos, ya que a parrandear sólo se aprende ¡parrandeando!

Maricanchi Jaimes

maricanchijaimes@gmail.com


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